Una pesadilla prolongada

Por Nelson Rodríguez A (periodista venezolano)  


Una pesadilla prolongada - ảnh 1
El mensaje con el cual titulamos la nota periodística sobre la fotografía que ilustra este texto, tomada hace cuarenta años en Vietnam, pierde su sentido literario cuando es sustituido por una imagen de tanta fuerza visual que logra tocar las sensibilidades de las más profundas fibras intersticiales del corazón humano. 

Como podemos apreciar. Aquí la palabra pasa a un lugar subalterno y es la imagen de una niña de nueve años de edad, totalmente desnuda llorando despavorida por una carretera sin saber a dónde ir, víctima de los efectos destructivos que posee el fuego del Napalm.
   

Era Pham Thi Kim Phuc ¡Cuánto ardor en su cuerpo! ¡Cuánta angustia! ¡Cuánto miedo! …

 

Ese crimen ocurrió, el 8 de junio de 1972, en la aldea del Sur vietnamita, Trang Bang, en las adyacencias con Camboya. Ella se encontraba desde hacía varios días refugiada con su familia en un templo Cao Dai, huyendo del acoso de la guerra, cuando recibieron la información de alarma sobre el bombardeo que los dejaría a todos sin vida. 

Al poco rato se cumplía el plan que adelantaban las tropas estadounidenses. Venir, desde su territorio a miles de kilómetros, para apoderarse de un país en el Sureste Asiático, que trataba de recuperarse de las perversidades de casi cien años de colonia impuesta por los franceses.

 

El avión cada vez se acercaba más a la tierra con su ruido monstruoso y descendía hasta tener su presa en la mira para lanzar, sin posibilidad de fallar, el excremento del diablo contenido en sus armas. Era un adversario fácil de aniquilar. Se trataba de familias labriegas dedicadas al cultivo tradicional de arroz que rogaban a sus ancestros protección contra la barbarie de los intrusos extranjeros…

 

La prensa estadounidense, como bien sabe montar su “Show” mediático, ha utilizado este deprimente y desgarrador episodio de su guerra, durante cuatro décadas, para hacer loas sobre supuestas “bondades” más allá del tremendo caos ético en el que tiene sumido al mundo.

 

Primero se dijo que en el hospital cercano al cual fue conducida la niña, informaron que no había nada que hacer; sin embargo, un  fotógrafo vietnamita -precisamente el que había tomado la foto- y prestaba servicios para una agencia norteamericana (como el Clark Kent de las películas de Superman), se identificó y logró la atención que en principio supuestamente le había sido negada.

 

La fotografía de la niña, quemada por las armas de la aviación militar estadounidense, recorrió el mundo, formó parte de portadas de diarios e importantes revistas internacionales, hasta mereció el Premio Pulitzer, pero no para  ella y su familia. Kim Phuc, siempre estuvo protegida en una vitrina pasiva mientras los beneficiarios de su drama continuaron usufructuando lo que para ella y su pueblo ha sido una pesadilla prolongada en el subconsciente colectivo. 

Las versiones sobre su recuperación, tiempo después en Cuba, causan tristeza y una rabia impotente, ante un hecho que exuda por encima de todas las cosas el corpus del desastre moral por el que trasciende el hombre contemporáneo. 

“Todos los días a las 8 de la mañana las enfermeras me sumergían en la tima de quemados para retirar la piel muerta (…) Yo lloraba y cuando no podía más me desmayaba”. 

“Resulta difícil justificar la guerra; opino que la pierden todos porque ponen de manifiesto el fracaso del ser humano al revelar su incapacidad de entenderse con Otros, de ponerse en su piel; y porque pone en tela de juicio su bondad e  inteligencia. Cuando el encuentro con los Otros tiene como desenlace la guerra, invariablemente acaba en tragedia, en un baño de sangre”. 

      Ryszard Kapuscinski 

Alce la mirada y mire nuevamente la fotografía…  


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