Nguyen Trai y Hugo Chávez, amor de pueblos

Por Nelson Rodríguez A. (diplomático y periodista venezolano)


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A veces las personas no necesitan proceder de un mismo tronco familiar o ser oriundas del mismo lugar para parecerse tanto en sus ideas. Me refiero al vietnamita Nguyen Trai, nacido el año 1380 y al venezolano Hugo Chávez Frías, que vio la luz el año 1954.

A riesgo de equivocación. Aun cuando el latinoamericano, que era un devorador de libros – probablemente- no leyó los poemas del asiático. Pero ¡cómo se parecían! Sobre todo en su respeto y admiración por sus pueblos.

Ambos personajes se distinguieron en la historia universal por el rol que ejercieron en la liberación de sus pueblos de gobiernos impropios; por sus dotes intelectuales; por sus convicciones en el justo valor de las divinidades (Trai, confusionista; Chávez, cristiano) y, cada uno en su geografía y época, se caracterizó por la conquista del corazón de la gente en sus luchas por la felicidad de todos.

Nguyen Trai, fue un colaborador cercano y fundamental del Rey Le Loi (1428-1433), quien lo nombró Consejero Plenipotenciario, siempre a su lado para conversar sobre grandes temas y causas. Siguiendo sus consejos “el 2 del primer mes del año Nham Tuat (7-2-1418) Le Loi se proclamó Virrey y enarboló la bandera de la resistencia contra los invasores Ming que usurparon trono de la dinastía Ho y riquezas del pueblo vietnamita.

La sagacidad bélica de Le Loi y la imaginación creadora del poeta e intelectual Nguyen Trai compaginaron para armar una estrategia de guerra de guerrillas, que atacaba los flancos gubernamentales y emprendía retirada. Así fueron diezmados ejércitos conformados por más de 100 mil hombres del adversario Ming.

¿Qué hacer con tantos prisioneros? Sacrificarlos era la respuesta que encajaba en aquéllos tiempos.

-Vale la pena conquistar los corazones por encima de las ciudadelas, era la tesis que nutría el pensamiento humanista de Nguyen Trai. Por ello recomendó a Le Loi: Dotar a esa gente de caballos y alimentos para que retornaran a sus casas en China.

Entre los poemas que escribió Nguyen Trai, a quien por cierto Le Loi encargó la redacción de la Proclama de Independencia de Vietnam, sugiere:

“…sigue los principios clásicos, respondiendo así a la voluntad del Cielo, satisfaciendo además los ritos. Tener en estima a los que poseen la virtud de humanidad, eso es asegurar el asentimiento del pueblo que porta el trono, como el océano sostiene el barco, pero puede también hundirlo. Ayudar a los hombres de virtud, eso es atraer la protección del Cielo, cuya voluntad queda siempre tan difícil a sondear y a prever”.

El Comandante Hugo Chávez Frías fue un militar sedimentado en los valores cristianos y patrióticos, cuántas veces lo escuchamos pregonar su fe en Cristo, y cuántas veces contó episodios en los que se opuso a los castigos físicos contra guerrilleros detenidos. Caso muy fresco en la memoria de los venezolanos porque lo acaba de contar el Premio Nobel de Literatura Gabriel García Márquez en publicación reciente con motivo de las exequias del líder venezolano:

“…De esa época me vino la idea concreta de que algo andaba mal en Venezuela”, dice Chávez. Lo habían designado en Oriente como comandante de un pelotón de trece soldados y un equipo de comunicaciones para liquidar los últimos reductos guerrilleros. Una noche de grandes lluvias le pidió refugio en el campamento un coronel de inteligencia con una patrulla de soldados y unos supuestos guerrilleros acabados de capturar, verdosos y en los puros huesos. Como a las diez de la noche, cuando Chávez empezaba a dormirse, oyó en el cuarto contiguo unos gritos desgarradores. “Era que los soldados estaban golpeando a los presos con bates de béisbol envueltos en trapos para que no les quedaran marcas”, contó Chávez. Indignado, le exigió al coronel que le entregara los presos o se fuera de allí, pues no podía aceptar que se torturara a nadie en su comando. “Al día siguiente me amenazaron con un juicio militar por desobediencia -contó Chávez- pero sólo me mantuvieron un tiempo en observación”.

Pocos días después tuvo otra experiencia que rebasó las anteriores. Estaba comprando carne para su tropa cuando un helicóptero militar aterrizó en el patio del cuartel con un cargamento de soldados mal heridos en una emboscada guerrillera. Chávez cargó en sus brazos a un soldado que tenía varios balazos en el cuerpo. “No me deje morir, mi teniente”… le dijo aterrorizado. Apenas alcanzó a meterlo dentro de un carro. Otros siete murieron. Esa noche, desvelado en la hamaca, Chávez se preguntaba: “¿Para qué estoy yo aquí? Por un lado campesinos vestidos de militares torturaban a campesinos guerrilleros, y por otro lado campesinos guerrilleros mataban a campesinos vestidos de verde. A esta altura, cuando la guerra había terminado, ya no tenía sentido disparar un tiro contra nadie”…

El Comandante Hugo Chávez Frías, fue un ferviente militante de tesis que orientaron su pensamiento social y político, inspiradas por Simón Bolívar El Libertador, en el texto de su discurso del Congreso de Angostura, el año 1819: “El sistema de gobierno más perfecto es aquel que produce mayor suma de felicidad posible, mayor suma de seguridad social y mayor suma de estabilidad política…”.

En la Proclama de la Victoria sobre los invasores, Nguyen Trai, escribió el año 1428:

“Paz y felicidad para el pueblo,/ tal es el fundamento de las caras virtudes/ de humanidad y de justicia./ Erradicar la violencia es tarea/ esencial asignada a nuestros combatientes/…

Se trata de un texto bastante extenso que culmina con un eco de propagación eterna:

“…Hemos lavado, pues, nuestra vergüenza/ por mil otoños y hemos instaurado/ la paz para diez mil generaciones./Hemos vencido gracias/ al Cielo y a nuestros antepasados./ hemos vestido la coraza y hemos/ guardado la victoria por mil años./ Están los cuatro mares serenos para siempre/ y en todas partes sopla/ el viento alegre de la primavera./ ¡Que todos lo sepan en todas partes!.

572 años después el Comandante Chávez, en la Organización de Naciones Unidas (ONU) formuló estas aseveraciones:

“Hace dos milenios vino Cristo a luchar por la justicia, por la paz, por la dignidad y por la vida. Hace 500 años se aceleró el encuentro y el conflicto entre civilizaciones, a través de un monstruoso proceso de conquistas, colonizaciones y dominaciones. Proceso éste que trajo consigo una carga poderosa de injusticias, de guerras y de muertes (…) Desde la Ultima Cena, por allá en el año 33, hasta esta Cumbre del Milenio del 2000, los seres humanos nos hemos visto arrastrados por el mismo drama, por la misma búsqueda interminable de los caminos hacia la justicia, la paz, la dignidad y la vida…”

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JUAN-R DÍEZ ECHEVARRÍA

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