El talento de los Cham

Por Armando Reyes (periodista cubano)

   Tal vez sería mínimo lo que se pudiera agregar a lo conocido sobre la civilización Cham, asentada del siglo VII al XIII en lo que es hoy la parte central de Vietnam.
   Aunque siempre hay detalles y vivencias que se añaden durante una visita con un guía especializado.
   Esa minoría étnica, cuyos valores culturales, tradiciones e historia trata de rescatar el gobierno vietnamita, creó, entre los siglos VII y XIII, dentro de la selva un sorprendente conjunto de construcciones, el Santuario My Son.
   En 1999, la UNESCO declaró Patrimonio de la Humanidad a ese complejo escultórico, arquitectónico y religioso.
   El primer elemento a tomar en cuenta para acercarse al talento de aquellos antiguos se refiere a la ubicación, pues dentro de un valle rodeado por montañas, recibía una protección natural para los ojos indiscretos.
   En ese sitio, a 70 kilómetros de ciudad de Da Nang y a unos 50 de la de Hoi An, los cham realizaban sus rituales para honrar a Sheeva, Visnú y Brahma, dioses principales del hinduismo, luego de pasar por un período de creencias totémicas durante el cual adoraban a las fuerzas de la naturaleza.

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Las torres y tumbas de My Son: una belleza arquitectónica
 a la prueba del tiempo


   Es ostensible que los comerciantes de la India influyeron en la asimilación religiosa que más tarde compulsó a edificar obras tan sólidas que han llegado a la actualidad, pese a las acciones depredadoras, entre ellas los bombardeos yanquis durante la guerra.
   Su descubrimiento se lo atribuye el arqueólogo francés Camille París, quien en sus exploraciones por las selvas vietnamitas se topó en 1885 con las edificaciones y en 1888 inició las excavaciones.
   El científico galo encontró en un estado casi intacto a aquellas construcciones de miles de años y abandonadas desde el siglo XIV e incluso tuvo el buen tino de tomar fotografías que luego han permitido reproducir en maquetas la majestuosidad y calidad de los templos.
   Los más importantes recintos tienen una altura de 24 a 25 metros coronados en punta. Los ladrillos que soportan toda esa estructura piramidal, se van reduciendo desde paredes de metro y medio de grosor hasta la cúspide. Una curiosidad. Hasta ahora no se sabe el material utilizado para las uniones.
   Los cham tenían conocimientos muy profundos de matemática, física y materiales de construcción, en tanto los cálculos para esas edificaciones requieren de un dominio muy exacto de esas ciencias. Esa fue la primera reflexión que hice al observar aquellas obras.
   Solo ingenieros y arquitectos de capacidad probada pudieron diseñar y concretar los templos de My Son, aunque todavía hay más evidencias del talento de esa antigua civilización.
   El reino Cham vivió momentos culminantes entre los siglos VII y X, durante los cuales llegó a controlar el comercio de la seda y las especias dentro de buena parte de los actuales estados de Vietnam y Cambodia. 
   Su éxito despertó los apetitos y ambiciones de otros. Los Viet los presionaron por el Norte y los Khmer, por el Oeste. Comenzó así el declive y abandono de sus posesiones. 
   Así, su territorio disminuyó al punto de quedar limitado a un reducto situado al Sur de Nha Trang durante el siglo XV y allí se mantuvieron hasta principios del XIX, cuando el emperador vietnamita Minh Mang lo anexionó.
   En ese período de decadencia y obligados a replegarse, hubo quien pensó en entregar ejemplos de una gran sabiduría, al dejar evidencias de conocimientos para las generaciones futuras. 
   La primera de esas pruebas se aprecia en una columna cuadrada y tallada con dragones en toda su extensión, excepto el último tramo, de unos 20 o 30 centímetros, a manera de que quienes con posterioridad la observaran, reconocieran la dificultad del trabajo en la roca.
   Otra acción intencional de los artistas Cham se refiere al alisamiento de una de las paredes que no se ha logrado imitar ni mediante las técnicas más modernas.
   Se ve la parte lisa ejecutada por aquellos artesanos y a su lado el intento de los expertos de hoy día. La diferencia es notable. La antigua se mantiene impecable, mientras la otra refleja la acción del tiempo con hongos, moho y deterioro.
  De ahí se deriva otra conclusión. A los ladrillos, los recubrían con una sustancia que aún se desconoce su composición química.   

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Relieves y esculturas trabajados en las torres reflejan
el especial talento de los Cham


   Al menos en dos ocasiones, las bombas estadounidenses hicieron mella en el Santuario My Son. Nuestro guía, Hung, nos explica que en 1969 y 1973 la metralla yanqui cayó en varios lugares del conjunto escultórico y arquitectónico, ostensible en sendos enormes hoyos cercanos a dos templos convertidos en ruinas.
   Los bombardeos remecieron a la mayoría de las construcciones, muchas de las cuales acusan rajaduras y resquebrajamientos de sus estructuras.
   A fin de preservar las obras, las autoridades encargaron a expertos el apuntalamiento y reconstrucción de los templos más dañados.
  Algunas paredes se han rehabilitado con técnicas actuales, pero otra vez reluce el talento de los Cham. A los ladrillos colocados en tiempo reciente, el tiempo les pasó factura con evidente necesidad de nuevos retoques; los antiguos siguen ahí, impolutos, sin manchas y con posibilidades de resistir mil años más.

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JUAN-ROBERTO DÍEZ ECHEVARRÍA

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